James D. Wolfensohn fue una importante voz concienciadora en el ámbito de la banca, y entre 1995 y 2005 cambió la cultura de las finanzas mientras dirigía el Grupo del Banco Mundial. Antes de hacer carrera como banquero de inversiones, fue oficial de la Real Fuerza Aérea Australiana, estudió derecho y participó en el equipo de esgrima australiano en las Olimpiadas de 1956. Wolfensohn creció en Sydney, Australia, y los problemas económicos de su familia lo marcaron en lo más profundo. Luego recordaba que, debido a la inestabilidad económica de su familia, "siempre estaba haciendo planes de contingencia en mi mente". Tras litigar un importante caso antimonopolio, decidió estudiar negocios en la Universidad de Harvard y obtuvo la ciudadanía estadounidense en 1980.
Como presidente del Banco Mundial, Wolfensohn revitalizó los esfuerzos de la institución para erradicar la pobreza, destacando los vínculos entre la economía global, la estabilidad mundial y la paz. A principios de su mandato, pronunció un histórico discurso sobre "el cáncer de la corrupción" y luchó por acabar con la costumbre de aceptar el fraude como algo natural dentro del sistema de comercio. También inició programas de alivio de deuda mediante condonación de préstamos.
En esta pintura, Wolfensohn luce el traje típico de un hombre de negocios y lleva modestamente las manos en los bolsillos. Sin embargo, la pequeña medalla en su solapa izquierda apunta a su erudito liderazgo y sus logros: es la medalla de Oficial Honorario de la Orden de Australia. Cuando posó para este retrato, Wolfensohn llevaba la insignia de la Orden del Sol Naciente del gobierno de Japón, pero luego pidió al artista Robert McCurdy que la cambiara.
Ya de adulto, Wolfensohn llegó a ser un consumado violonchelista y celebró sus 50, 60 y 70 años ofreciendo conciertos en Carnegie Hall. También sirvió en varias juntas directivas de instituciones culturales y fue un gran benefactor de Carnegie Hall y el Centro John F. Kennedy de Artes Escénicas.
