Poder estelar: Fotografías de la época dorada de Hollywood por George Hurrell

Clark Gable 1901–1960
Joan Crawford c. 1904–1977

Con su encanto de rufián y su atractivo físico, Clark Gable fue el “rey de Hollywood” en la década de 1930. Tras firmar un contrato de largo plazo con MGM, estuvo relegado a papeles de “tipo duro”, pero en 1934 logró escapar del estereotipo con la deliciosa comedia Ocurrió una noche, junto a Claudette Colbert. Por su magnífico rol de un periodista de poca suerte que ayuda a una heredera que se ha fugado de su casa, Gable ganó el Oscar al mejor actor. Para cuando dio vida a Rhett Butler en Lo que el viento se llevó (1939), era el galán más popular de MGM. En películas que abarrotaban las salas, hizo pareja con las actrices más destacadas del estudio, entre ellas Jean Harlow, Myrna Loy y Joan Crawford.

Gable y Crawford hicieron ocho películas juntos entre 1931 y 1940. Hurrell creó este retrato doble para promover su comedia romántica de 1936, Amor entre espías.

Impresión en gelatina de plata, 1936

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Loretta Young 1913–2000

Desde temprano, Loretta Young se propuso convertirse en estrella de cine. Hizo su debut de muy pequeña. A los ocho años, actuó con Rodolfo Valentino en el clásico silente El jeque (1921). Aunque al principio apareció en los créditos por su nombre original, Gretchen Young, los ejecutivos del estudio se lo cambiaron en 1927 por “Loretta”, que era más rítmico. Haciendo ya papeles de adulta en su adolescencia, participó en diversas películas silentes para luego pasar con facilidad al cine sonoro.

En la década de 1930 Young actuó con galanes populares como James Cagney, Spencer Tracy y Clark Gable. No obstante, la mayoría de los papeles que le ofrecían bajo contrato en la Twentieth Century Fox no eran de su agrado. En 1940 se separó del estudio y continuó como actriz autó- noma. Este gesto valeroso le fue recompensado 1947, al ganar el Oscar a la mejor actriz por Un destino de mujer.

Impresión en gelatina de plata, 1937

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Bill “Bojangles” Robinson 1878–1949

Con gran maestría escénica y encanto personal, el virtuoso bailarín de tap Bill “Bojangles” Robinson cosechó éxitos por más de medio siglo. Fue en el circuito de vodevil y clubes nocturnos que consolidó su reputación como “el rey de los bailarines de tap”. Tras su actuación en Broadway en la revista de elenco afroamericano Blackbirds (1928), llegó a Hollywood, donde participó en 14 filmes entre 1930 y 1943.

Debido al arraigado racismo de Hollywood y la sociedad estadounidense en general, Robinson solo llegó a protagonizar Harlem es el cielo (1932) y Stormy Weather (1943), ambas con elenco afroamericano. En otras películas interpretó estereotipos, tales como el fiel sirviente en La pequeña coronela (1935), encabezada por Shirley Temple. La icónica rutina del “baile en las escaleras” que interpretó Robinson junto a Temple fue el momento más memorable del filme. No obstante, cuando este se proyectó en el sur del país, dicha secuencia interracial fue eliminada.

Impresión en gelatina de plata, 1935

Publicado en Vanity Fair, junio de 1935

Rosalind Russell 1907–1976

Sin duda, Rosalind Russell fue distinta de muchas estrellas de su generación. No encajaba en el molde de la chica glamurosa, y durante sus primeros años en Hollywood la limitaron a roles secundarios que no aprovechaban su talento. Esto cambió cuando obtuvo el papel de la incorregible chismosa Sylvia Fowler en la exitosa Mujeres (1939), dirigida por George Cukor. La vivaz actuación de Russell puso de relieve sus dotes para la comedia y le abrió el camino para el memorable papel de Hildy Johnson, una periodista de lengua muy ágil, en Mi asistente favorita (1940). Desde entonces interpretó a mujeres profesionales muy competentes en más de 20 filmes.

Para escapar al estereotipo, Russell disfrutaba sus papeles en Broadway. En 1953 ganó el Premio Tony por su actuación en Wonderful Town. Obtuvo un segundo Tony en 1957 como Auntie Mame, papel que retomó en la película de 1958.

Impresión en gelatina de plata, c. 1935

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Jimmy Durante 1893–1980

Con apenas 16 años, Jimmy Durante irrumpió en la industria del espectáculo tocando música de ragtime al piano en bares de honky-tonk desde Coney Island hasta Harlem. En los años veinte encontró su verdadera vocación de comediante y creó un acto de cabaret junto a otros dos artistas. Con el imparable Durante a la cabeza, el alocado trío pronto llegó a Broadway. Para 1927 ya actuaban a casa llena en la principal sede del vodevil: el Teatro Palace de Nueva York.

Luego de que la crítica reconociera su sensacional actuación en el musical Show Girl (1929) de Florenz Ziegfeld, Durante inició su carrera como solista y en 1931 firmó un contrato de cinco años con MGM. Hizo 29 filmes y a menudo regresó a Broadway, pero fue en radio y televisión donde logró su mayor éxito. Allí se ganó el cariño de millones de personas con su humor sin presunciones, su sintaxis machacada y una voz ronca con la que entonaba canciones como “Inka Dinka Doo”.

Impresión en gelatina de plata, 1931

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Marlene Dietrich 1901–1992

Con su sofisticación cínica, su voz ronca y una apatía seductora, Marlene Dietrich proyectaba en la gran pantalla un glamur provocador. La euforia que causaron Marruecos y El Ángel Azul (melodramas que la dieron a conocer en EE.UU. en 1930) le abrió el camino al estrellato. Dietrich pulió su magnética imagen pública en los seis filmes que realizó con su mentor, el director Josef von Sternberg, e impuso su formidable presencia incluso en películas mediocres.

Fue con Von Sternberg que Dietrich empezó a llevar al estudio un espejo de cuerpo entero para comprobar la iluminación y su apariencia ante las cámaras. Esto continuó en sus sesiones fotográficas con George Hurrell. Ella colocaba el espejo lo más cerca posible de la cámara para poder llegar a su pose deseada antes del “clic” del obturador. Hurrell recordó que él aportaba poco en estas sesiones: “Esas poses sensuales, voluptuosas, eran en su mayoría creación de ella”.

Impresión en gelatina de plata, 1937

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Irene Dunne 1898–1990

Pocos artistas podían igualar la versatilidad de Irene Dunne. En más de 40 películas, Dunne supo pasar con naturalidad de melodramas lacrimosos a comedias descabelladas. Aunque se formó como soprano, no logró su sueño de ingresar a la Ópera Metropolitana de Nueva York en 1920. En cambio, encontró trabajo estable en Broadway hasta que obtuvo el papel de Magnolia en la compañía itinerante del musical Show Boat (1929). Su éxito en dicha producción le ganó un contrato con RKO Pictures y roles protagónicos en una serie de pelí- culas románticas sentimentales.

Dunne regresó al género musical con las versiones fílmicas de Roberta (1935) y Show Boat (1936) antes de incursionar en la comedia de enredos con brillantes actuaciones en Los pecados de Theodora (1936) y Terrible verdad (1937), que le ganaron nominaciones para el Oscar. Nominada también por Tú y yo (1939) y Nunca la olvidaré (1948), Dunne nunca recibió la estatuilla, pero siempre fue una favorita de Hollywood.

Impresión en gelatina de plata, c. 1935

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Spencer Tracy 1900–1967

Actor genial de un amplio registro, Spencer Tracy daba credibilidad a cada personaje que interpretaba. Con una trayectoria notable por su longevidad, recorrió la gama desde gánsteres hasta sacerdotes. Muy recordado por sus nueve películas con Katharine Hepburn, entre ellas las comedias La costilla de Adán (1949) y Pat y Mike (1952), Tracy también brilló en numerosos roles dramáticos. Fue nominado para ocho Oscars y cimentó su reputación de auténtica estrella de Hollywood al ganar dos Oscars consecutivos como mejor actor por los dramas Capitanes intrépidos (1937) y La ciudad de los muchachos (1938).

Al recordar sus sesiones fotográficas con Tracy, Hurrell comentó que el actor se ponía impaciente y “no le gustaba sacar tiempo para retratarse. Pero una vez que se entregaba de lleno a posar, siempre me parecía que disfrutaba la experiencia”. Este retrato se hizo para promover Los enredos de una dama, comedia de 1936 con Tracy, Jean Harlow, Myrna Loy y William Powell.

Impresión en gelatina de plata, 1936

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Myrna Loy 1905–1993

El camino al estrellato fue lento para Myrna Loy. Entre 1925 y 1933 figuró en más de 60 filmes, sobre todo en papeles de mujeres fatales. El giro llegó en 1934, cuando la eligieron como interés amoroso de Clark Gable y William Powell en el éxito El enemigo público número 1. Loy llamó la atención del director de MGM, Woodbridge Strong Van Dyke, quien le propuso protagonizar con William Powell el vertiginoso filme de suspenso El hombre delgado (1934). La pareja de Powell y Loy como Nick y Nora Charles, un matrimonio que investiga crímenes, resultó tan exitosa que realizaron 11 películas más, incluidas las cinco secuelas de El hombre delgado.

Aunque Loy bromeaba sobre su encasillamiento como “esposa perfecta” en casi dos docenas de pelí- culas, su actuación como pareja de un angustiado veterano de la 2a Guerra Mundial en Los mejores años de nuestras vidas (1946) se destacó por su calidez y sensibilidad.

Impresión en gelatina de plata, c. 1936

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Claudette Colbert 1903–1996

Estrella de más de 60 películas, Claudette Colbert es más conocida por una que ni siquiera le interesaba. En 1932 fue llevada a Hollywood por Paramount Pictures e inicialmente se destacó como la infame esposa del emperador Nerón en el fastuoso drama de época de Cecil B. DeMille El signo de la cruz (1932).

Tras otras siete producciones, Paramount “prestó” a Colbert temporalmente a Columbia Pictures para un filme de bajo presupuesto con Frank Capra, director que a ella le caía muy mal. Su reticente pareja sería Clark Gable, “prestado” a Columbia por MGM, al parecer como castigo por exigir un sueldo más alto. Durante cuatro semanas de filmación, Colbert y Gable brillaron con su talento para la comedia, haciendo de Ocurrió una noche el éxito sorpresa de 1934 que le valió un Oscar a cada uno. Colbert también recibió elogios por su trabajo en los dramas Mundos privados (1935) y Desde que te fuiste (1944).

Impresión en gelatina de plata, 1938

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William Powell 1892–1984

William Powell fue uno de los galanes más populares de Hollywood en la décadas de 1930 y 1940 con su sofisticación, sus cuidado bigote y su donaire. En la era de las películas silentes se vio confinado con frecuencia a papeles de villano o canalla. Esto cambió con la llegada del cine sonoro en 1927, cuando su voz resonante se convirtió en un poderoso atributo. Con particular talento para la comedia, Powell brilló junto a actrices como Jean Harlow y Carole Lombard. No obstante, lo que consolidó su posición como uno de los actores más taquilleros fueron las seis comedias de suspenso de El hombre delgado. Junto a Myrna Loy, quien interpretaba a su refinada y vivaz esposa Nora, Powell fue un deleite como el detective Nick Charles, amante de los martinis.

Powell y Loy desplegaron en la pantalla una química que reflejaba fielmente a los dinámicos personajes originales creados por Dashiell Hammett, escritor de cuentos y novelas detectivescas.

Impresión en gelatina de plata, 1936

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James Wong Howe 1899–1976

A lo largo de cinco décadas y más de 120 películas, James Wong Howe cobró fama internacional como uno de los directores de fotografía más creativos e influyentes de la industria. Nacido en China con el nombre de Wong Tung Jim, llegó a EE.UU. en 1904, siendo un niño. Sin embargo, no pudo obtener la ciudadanía estadounidense hasta después de 1943, cuando se derogó la Ley de Exclusión de Chinos.

Howe se inició en Hollywood en 1917 como un modesto asistente del camarógrafo principal del director Cecil B. DeMille. Luego de su primer largometraje en 1922, progresó muy rápido gracias a su ingenioso manejo de la cámara y sus innovaciones técnicas. Su hábil uso de poca luz y sombras dramá- ticas fue un elemento esencial de su estilo en filmes como El hombre delgado (1934) en MGM y Abismo de pasión (1942) en Warner Bros. Nominado 10 veces para el Oscar por mejor cinematografía, ganó la estatuilla en 1956 y 1964.

Impresión en gelatina de plata, 1942

Dorothy Lamour 1914–1996

Dorothy Lamour nunca había pisado una isla del Pacífico Sur, pero eso no impidió que Paramount Pictures la envolviera en un pareo y le asignara su primer rol estelar en La princesa de la selva (1936). Lo que luego describiría como “ese pequeño retazo de tela” (creado por la famosa diseñadora Edith Head) fue su uniforme de facto en otras cinco películas, entre ellas Huracán sobre la isla (1937) y Amor de la selva (1938). El departamento de publicidad del estudio no vaciló en explotar el atractivo físico de la actriz con anuncios que prometían revelar “tanto de Lamour como permitan los censores... con o sin pareo”.

Muchos recuerdan a Lamour por ser el interés romántico de Bing Crosby y Bob Hope en una serie de comedias de enredos. Conocidas como las “comedias del camino”, entre ellas se destacan El camino a Singapur (1940) y El camino a Marruecos (1942), y fueron siempre muy exitosas.

Impresión en gelatina de plata, c. 1937

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Gilbert Adrian 1903–1959

Como principal diseñador de vestuario de MGM entre 1928 y 1941, Gilbert Adrian (nacido Adrian Adolf Greenberg) no solo llevó la alta costura y el glamur a la gran pantalla, sino que influyó en las tendencias de la moda fuera del cine. En más de 200 filmes, Adrian perfeccionó el arte de diseñar para las cámaras. Ya fueran trajes de chaqueta o sensuales vestidos de noche, se aseguraba de que sus diseños favorecieran a los usuarios y realzaran su imagen estelar. Se le atribuye haber transformado a Greta Garbo en “una diosa del glamur” y haber creado “looks” distintivos como las hombreras de Joan Crawford y los ceñidos trajes de satén cortados al bies de Jean Harlow. Cuando los créditos de una película anunciaban “vestuario por Adrian”, el público ya esperaba modelos llamativos de última moda.

Adrian es muy recordado por el vestuario de El mago de Oz (1939), desde las icónicas zapatillas de rubí hasta los atuendos de cada personaje en esta memorable película.

Impresión en gelatina de plata, 1936

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Joan Crawford c. 1904–1977

Destinada a ser una de las estrellas más imperecederas del cine, Joan Crawford era corista en una revista musical de Broadway cuando un cazatalentos de MGM la descubrió en 1924. Nacida Lucille LeSueur, se convirtió en Joan Crawford gracias a un concurso ideado por el jefe del estudio, Louis B. Mayer, para buscarle un nombre nuevo como parte de una campaña de publicidad. Tras varias películas silentes de poca monta, saltó al estrellato en 1928 con su exuberante baile de charlestón sobre una mesa en Vírgenes modernas. Crawford transitó ágilmente hacia el cine sonoro y actuó durante la década de 1930 junto a los grandes galanes de Hollywood, incluido Clark Gable.

Hurrell consideraba a Crawford “la más fotogénica del grupo de actrices de Hollywood”. “Cuando la miré por primera vez a través del lente”, comentó, “sentí una sacudida de emoción... Sus ojos enormes y la fuerza de sus facciones eran perfectos para la cámara”.

Impresión en gelatina de plata, 1936

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Merle Oberon 1911–1979

La actuación de Merle Oberon como Ana Bolena en el filme británico La vida privada de Enrique VIII (1933) la puso en el candelero. Aunque su papel era breve, se le fabricó una biografía para ocultar su origen birracial (su padre era blanco y su madre surasiática). La ficción de que sus padres eran britá- nicos y que ella había nacido en Tasmania, Australia, permitió a Oberon pasar por blanca en tiempos en que cualquier sospecha de mestizaje habría destruido su carrera. Alegando que su certificado de nacimiento se había quemado en un incendio, la actriz mantuvo su identidad falsa el resto de su vida.

Tras otro papel protagónico en una producción británica, La Pimpinela Escarlata (1934), Oberon fue llevada a Hollywood en 1935 por el magnate de MGM, Samuel Goldwyn. Su estrellato quedó consolidado con su actuación como Cathy junto a Laurence Olivier como Heathcliff en Cumbres borrascosas (1939).

Impresión en gelatina de plata, c. 1935

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Gypsy Rose Lee 1911–1970

De niñas, Gypsy Rose Lee (nacida Rose Louise Hovick) y su hermana fueron empujadas hacia los escenarios por su ambiciosa madre. A los 17 años, Lee era ya una celebrada bailarina de striptease. El ingenio y la sofisticación de su show la distinguían de otras artistas de burlesque y, dada su aversión a la desnudez, nunca se desvestía por completo.

Pensando que Lee podría ser el próximo símbolo sexual del cine, el productor Darryl Zanuck la llevó a Hollywood en 1937. Como su fama de artista de striptease no pasaría inadvertida por los censores de Hollywood, apareció como “Louise Hovick” en los créditos de sus primeras cinco películas. No fue hasta Tres días de amor y fe (1943) que apareció como Gypsy Rose Lee.

Aunque la carrera de Lee en el cine fue corta, Hurrell observó que tenía “una belleza atrevida, fuerte y natural” y que “podía ponerse dramática a la menor provocación”.

Impresión en gelatina de plata, 1937

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Douglas Fairbanks Jr. 1909–2000

Al optar por una carrera en el cine, Douglas Fairbanks Jr. se expuso a ser comparado con su padre, Douglas Fairbanks Sr., famoso actor de películas silentes de estilo “capa y espada”. Aunque nunca alcanzó el nivel de estrellato de su progenitor, el joven Fairbanks fue una agradable presencia en películas poco memorables entre las décadas de 1920 y 1940.

Tras un debut poco prometedor a los 17 años, Fairbanks Jr. se fue afianzando junto a Joan Crawford (quien fue su esposa de 1929 a 1934) en varias producciones de bajo presupuesto para públicos juveniles. Su talento pudo apreciarse mejor en los papeles de un piloto de la 1a Guerra Mundial en Patrulla del amanecer (1930), un villano espadachín en El prisionero de Zenda (1937) y un apuesto soldado británico en Gunga Din (1939). Podría afirmarse que su papel más importante lo hizo fuera de las cámaras, ya que fue condecorado por su servicio como oficial naval en la 2a Guerra Mundial.

Impresión en gelatina de plata, c. 1933

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Jean Harlow 1911–1937

Jean Harlow, la primera “bomba rubia” de Hollywood, encarnó una sexualidad desenfadada en películas que la hicieron estrella. Debutó en papeles pequeños, pero luego el productor/director Howard Hughes la seleccionó para su épica sobre la 1a Guerra Mundial, Ángeles del infierno (1930). MGM adquirió el contrato de Harlow en 1932 y capitalizó su atractivo sexual y talento para la comedia en éxitos como La pelirroja (1932) y Polvorilla (1933). Sin embargo, en 1934 el Código de Producción sufrió cambios que aumentaron la censura del contenido sexual y el estudio tuvo que moderar la imagen de Harlow en la pantalla.

Vanity Fair publicó este retrato en 1935 y comentó que Harlow había “asombrado al público con su transición de sirena rubia platinada en Ángeles del infierno a comediante experta en Tierra de pasión y Cena a las ocho, convirtiéndose en éxito de taquilla y deleite de la crítica”. Tristemente, Harlow murió dos años después, a los 26 años.

Impresión en gelatina de plata, 1934

Publicado en Vanity Fair, enero de 1935

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Greta Garbo 1905–1990

Greta Garbo, presencia hechizante en la pantalla, intrigó a los cinéfilos con su aislamiento en la vida real y su renuencia a interactuar con la prensa. En 1925 la actriz sueca llegó a Hollywood con el principal director de cine de su país, Mauritz Stiller. Stiller no duró mucho en la meca del cine, pero Garbo pronto se convirtió en la “propiedad” más cotizada de MGM. Tras su debut en EE.UU. con el drama silente Torrente (1925), Variety declaró que: “esta chica lo tiene todo... belleza, talento actoral y personalidad”. Garbo consolidó su estatus como atracción de taquilla en otras nueve películas silentes.

Los jefes de MGM temían que el acento de Garbo la perjudicara, pero ella pasó cómodamente al cine sonoro con Anna Christie (1930). A esto siguieron los memorables dramas Gran Hotel (1932) y La dama de las camelias (1936), así como la comedia Ninotchka (1939). Sin embargo, tras el fracaso de una segunda comedia, La mujer de dos caras (1941), Garbo se retiró abruptamente del cine.

Impresión en gelatina de plata, 1930

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Johnny Weissmuller 1904–1984

Johnny Weissmuller no fue el primero que interpretó a Tarzán en el cine, pero sus 12 películas sobre dicho personaje entre 1932 y 1948 lo establecieron como el arquetípico “rey de la selva” para toda una generación de aficionados.

Weissmuller había causado sensación internacionalmente como nadador. Invicto en ocho años de competencias, ganó 52 campeonatos nacionales, impuso 67 marcas mundiales y obtuvo medallas de oro en las Olimpiadas de 1924 y 1928. Luego participó en espectáculos acuáticos y promovió una línea de trajes de baño antes de captar la atención de Cyril Hume, escritor encargado de desarrollar un guion sobre Tarzán para MGM. Hume conoció a Weissmuller en la piscina del Club Atlético de Hollywood y quedó impresionado por su gracia natural y su atletismo. Tras una audición coordinada por Hume, y pese a sus limitaciones actorales, Weissmuller se convirtió en el Tarzán de MGM. Hurrell lo retrató para promover la película La fuga de Tarzán, estrenada en 1936.

Impresión en gelatina de plata, 1935

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John Barrymore 1882–1942

Perteneciente a una de las familias teatrales más famosas de Estados Unidos, John Barrymore se ganó el favor de la crítica y el público como estrella de las tablas y la gran pantalla. Este actor carismático y volátil debutó en Broadway en 1903 y por más de una década interpretó sobre todo comedias, optando luego por los dramas. En 1913 firmó su primer contrato de cine y cultivó una base de admiradores entusiastas con clásicos silentes como Dr. Jekyll y Mr. Hyde (1920).

Alternando entre el teatro y el cine, Barrymore se apuntó un triunfo en Broadway con su conmovedora interpretación de Hamlet (1922) antes de firmar un contrato para varias películas con Warner Bros. Su popularidad continuó con el cine sonoro. En 1932 se trasladó a MGM, donde filmó, entre otras, Gran Hotel (1932), junto a un elenco estelar encabezado por Greta Garbo y Joan Crawford, y Cena a las ocho (1933), junto a su hermano Lionel Barrymore y Jean Harlow.

Impresión en gelatina de plata, 1932

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